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Please use this identifier to cite or link to this item: http://hdl.handle.net/10785/308
Title: Expresión, Mayo, Junio, Julio, 2010
Authors: Alzate Isaza, Daniel
Victoria, Carlos Alfonso
Orozco Quintero, Andrés
López Duque, Natalia
Bejarano Vásquez, Mariel
Cristancho Ossa, Fabián
Muñoz, Yuli Andrea
Zuluaga Bedoya, María Angélica
Idárraga, María Laura
Romero Aroca, César Augusto
Hincapié, Juan Manuel
Sánchez Largo, Laura
Sarralde D., Milena
Issue Date: 20-Jun-2011
Series/Report no.: Revista;
Abstract: Si durante mucho tiempo la política fue un ejercicio de comunicación en el que un grupo de poder intentaba transmitir una propuesta en forma de ideología, de modelo de gobierno o de proyecto de sociedad a través de un intermediario- el político-, las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI trajeron consigo una inversión de la premisa. Las ideologías pasaron a segundo plano, los modelos de gobierno se convirtieron en un asunto técnico y el proyecto de sociedad se vio reducido a un enunciado retórico. En su lugar, los medios de comunicación, aupados por las agencias de publicidad y las empresas de mercadeo, hoy no proponen programas sino individuos, de cuya capacidad para la puesta en escena y para el manejo de los lenguajes mediáticos al uso depende el grado de aceptación entre los electores. De allí se concluye que no importen los contenidos sino el carisma y la capacidad del candidato para sintonizar con los anhelos o los temores primarios de la población. Una mirada a los procesos electorales de los últimos años nos da un panorama de la situación: En 2008 los colombianos eligieron a Andrés Pastrana, no por la solidez de sus casi inexistentes postulados, sino por la promesa de paz implícita en su aparente cercanía con “ Tirofijo” y su toalla devenida símbolo de reconciliación. Cuando la guerrilla optó por el desplante y el gobierno tiró la tolla, buena parte de la población se arrojó en los brazos de un finquero paisa que, con un tono entre bravucón y sensiblero, prometió manejar el país como si se tratara de un potro cerrero y de paso acabar con la subversión. Ocho años después, desesperada porque el precio de la seguridad democrática fue una aumento desbocado de la corrupción y la politiquería, buena parte de esa masa le apuesta su destino a dos matemáticos que hablan de legalidad como si fuera una virtud particular y no la obligación de un estado social de derecho que se precie de serlo. Para lograr su objetivo, la dupla Mockus-Fajardo, tan glamorosa como la delantera del Real Madrid, cuenta con una herramienta que en su momento no tuvieron sus antecesores: las llamadas redes sociales, un universo sin lugar ni tiempo, donde las cruzadas de todo tipo se multiplican y crecen con pasmosa rapidez, al punto de que hoy ,en los cuatro puntos cardinales de Colombia y en cualquier lugar de la tierra donde habite un colombiano, se habla de “El fenómeno Mockus”. Y en este punto es donde la discusión se torna interesante. ¿Cuántos de los contagiados por la fiebre se han detenido a analizar los contenidos de una propuesta capaz de seducirlos con tan inusitada rapidez? ¿Es la suya una decisión o una respuesta impulsiva -y a veces compulsiva– al carácter contagioso de los mensajes que circulan por la red? Esas son preguntas que los colombianos deberíamos tratar de responder, independiente de si simpatizamos o no con los candidatos en cuestión, si queremos de veras forjar una cultura política donde el raciocinio y al análisis vuelvan a jugar el papel que les corresponde, sobre todo en sociedades tan proclives a los actos pasionales como la nuestra.
URI: http://hdl.handle.net/10785/308
ISSN: 1909-5694
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